En 2008, los españoles elegimos a nuestro legítimo representante. Salió de los votos libremente depositados en la red social Myspace. Me resisto a pensar que Rodolfo Chiquilicuatre sea la imagen más nítida de lo que es España, pero aquello fue lo que se vio de nuestro país en toda Europa. ¡Qué vergüenza!
Claro, que todos sabemos que en España hay gente mucho más apañada. Sin ir más lejos, un fotógrafo español ganó el certamen más prestigioso del mundo sobre fotografía de naturaleza. Lo organiza la BBC inglesa y el tema es ‘Wild life’. La foto y el nombre de José Luis Rodríguez dieron la vuelta a Europa. Varios meses después nos enteramos que J.L. Rodríguez era un tramposo y que el lobo no era salvaje sino doméstico, y que la foto fue un montaje. José Luis Rodríguez fue desposeído del premio.
No quiero ni imaginar lo que dijeron en Inglaterra de todos nosotros.
Meses después, nuestro paisano Juan Tébar es nombrado Fotógrafo Europeo de Vida Salvaje 2009, en otro concurso organizado por la televisión alemana (G.D.T.)… y se vuelve a repetir la misma historia.
Vamos sacando pecho, presumimos de esto y de lo otro y después nos sacan los colores. Tenemos mucho arte y mucha ‘grasia’, pero al final nuestras deudas las tienen que pagar otros. Me refiero a que días pasados nos cumplía una deuda de 85.000 millones de euros, que España, como nación, no pudo pagar.
Aquí gastamos más de lo que producimos, y eso tiene un límite. Al final se nos acaba el crédito y viene la ruina. Vivimos en un permanente carnaval, disfrazados de ricos y después pidiendo dinero prestado. El 60 % de la deuda la adelantó Francia, y el 20 % China, con lo cual ahora debemos el mismo dinero más un gran interés, que estos países no son tontos. Aunque, la verdad, a listos no nos gana nadie. Y si no, acordaos del cierre de Delphi, la vergüenza de Puerto Real.
En este 2010, hace unas semanas, a nuestro presidente del gobierno lo han cogido entre varios en Bruselas, lo han encerrado en un cuarto y le han dado flojo y fuerte. Se vino suave para abajo. Al parecer se había convertido en un peligro para la economía europea. Menos mal que aquí estamos tranquilos, porque nuestras esperanzas están depositadas en nuestros jóvenes. Esos mismos que a duras penas y con mucha “ayuda” de los profesores acaban la ESO (mitad de los que la empiezan) y luego siguen el bachillerato (otra mitad de la mitad).
A estas alturas de mi vida, yo no sé muy bien lo que significa ser español. Pero si ser español es esto, a mí que me borren, que me voy a apuntar en otro sitio.
José María Gil Corral
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